Con motivo de la presentación del libro La historia jamás contada, el 25 de setiembre del 2008, en la Municipalidad de Piura, el profesor-periodista-ingeniero industrial Raúl Fernando Moscol León, RAFEMOLE, pronunció el siguiente discurso, en el que recordó una serie de anécdotas cortesinas, protagonizadas por destacados profesionales hoy.
La historia de Piura registra un hecho que no se ha vuelto a repetir, desde hace 47 años…
Los estadios han servido para cumplir el fin para el que fueron creados, pero también para servir de escenario de grandes espectáculos y en otras partes del mundo, en un momento dado, sirvieron de campos de concentración…
Pero, aquí, en Piura, propiamente en Castilla, el Coloso de Miraflores fue utilizado desde el uno de abril de 1961 para albergar a los primeros 129 alumnos del Colegio Nacional Mixto Teniente Miguel Cortés del Castillo.
Las instalaciones y graderías del Estadio Miguel Grau, inaugurado la mañana del 7 de junio de 1958, sirvieron de ocasionales aulas para que los pequeños de Castilla inicien su educación secundaria al inicio de la década del sesenta.
Feliz idea del profesor Luis Ramos Zambrano, director fundador del Colegio Nacional Mixto Teniente Miguel Cortés del Castillo, creado por ley, 21 de abril de 1961, por el entonces presidente de la República, doctor Manuel Prado Ugarteche.
También un hecho anecdótico es que las viejas casas de los trabajadores de la Internacional Petroleoum Company de Talara, fueran convertidas en salones, dos años después de haberse creado el plantel cortesino. Los alumnos bautizaron a estas aulas de madera como barracas o palomares…
De estos hechos, han pasado 47 años y hoy el Miguel Cortés del Castilla ostenta orgulloso, entre comillas, moderna construcción que los entendidos en la materia, reclaman renovación. Las viejas estructuras han ido cediendo al paso del tiempo y urge mejorarlas.
Pero no solo el Colegio Nacional Mixto Miguel Cortés del Castillo, se renovó, sino que Castilla también cambió de rostro. Desapareció, por ejemplo, el puente de diez centavos, para dar paso al Puente Bolognesi. Los colectivos rojos, azules y los ciccias pasaron a mejor vida. Aparecieron los auto-colectivos, precursores de los Ticos de hoy.
Y es que, como la vida misma, la ciudad evolucionó. El asfalto cubrió la tierra de las pistas. Las casas de caña de Guayaquil y barro, cayeron ante el ladrillo y el cemento y Castilla empezó a crecer en forma ordenada, aunque a veces se cayó en la improvisación…
El colegio siguió creciendo y los pequeños alumnos de ayer -hoy hombres y mujeres de bien y profesionales de éxito-, no se rindieron -por aquel entonces- ante el estigma que acompañó al Cortés del Castillo durante los primeros años de su existencia.
El plantel verde, levantado por el empuje y pujanza de don Luis Ramos Zambrano -su primer director- fue conocido por los años sesenta y siguientes, como la Correccional, Lurigancho o el Sexto -nombres de reconocidos centros de reclusión-, porque empezó a cobijar a los adolescentes de otros colegios de Piura y Castilla.
El Miguel Cortés del Castillo se pobló con estudiantes provenientes de otros planteles que por su rendimiento académico o conducta, fueron retirados de sus colegios de origen, para hacer crecer la leyenda que el Cortés era un ocasional reformatorio donde Ramos Zambrano, conocido como Veneno, y la profesora Ruth Veramatus, imponían respeto absoluto.
Pero no todo era verdad…
Muchos de los jóvenes que llegaron a Castilla lo hicieron por capricho de algunos profesores que no soportaban rebelión alguna, tal como le sucedió al hoy arquitecto Jorge García Saavedra que fue purgado de Salesiano por reclamar…
El médico Maximiliano Carrión Moscol (abajo-izquierda) también llegó a terminar al Cortés, proveniente de Salesiano. El cuenta que un curita, que le enseñaba dos cursos, lo jaló por descuido y al año siguiente se negaron a recibirlo.
Y es que el sacerdote, cada que vez que llegaba a clases, hacía preguntas relacionadas con el tema trata
do anteriormente… Maximiliano levantaba la mano para responder, pero el profesor le decía: ¡tú no sabes! y otro estudiante se ganaba la buena nota…
Al día siguiente se repetía la escena y pese a que Maximiliano se desesperaba por responder, por ejemplo, los principios de la Revolución Francesa, el sacerdote le hacía bajar la mano, repitiéndole su clásico: ¡tú no sabes!...
Confiando que en las próximas clases no le preguntaría, el alumno salesiano no estudiaba, pero al cabo de determinado tiempo, cuando Max no levantaba la mano, el sacerdote le pedía responder una nueva pregunta: causas de la Independencia de Estados Unidos, por ejemplo…
Max, mirando al techo, y repitiendo mentalmente la pregunta, buscaba la respuesta en el espacio… Como no lo “encontraba”, no hablaba nada y el cura sentenciaba: ¡Ya ves, como no sabes!... A fin de año, lo desaprobó en las dos asignaturas y su padre no tuvo más remedio que matricularlo en Castilla.
La vieja marca de la Correccional fue largamente superada por los cortesinos y hoy solo queda como anécdota en aquellos alumnos que en los viejos ciccias, unos colectivos plomos que recorrían todo Piura, llegaban mañana y tarde a llenarse de saber.
El Colegio, en sus inicios, no contaba con cerco perimétrico y recuerda César Córdova Espinoza, premio de excelencia de su promoción, que los alumnos no se escapaban. No perdían clases, porque tenían como meta: llegar al triunfo final. Y muchos lo han logrado, gracias al estudio, su esfuerzo y dedicación.
También a fuerza de golpes, como lo hizo Abraham Carlos Marotazo. El llego de Lima al Cortés y todos los días tenía que “chocarla para la salida” con sus compañeros de clases. No lo aceptaban, por ser blanquito y el consabido “¡serrano, come papa!”, lo llenaba de ira y a pelear se ha dicho… Finalmente, los puños dejaron de hablar y la paz se hizo en su aula…
Señóres, señoras: todos nosotros, hemos visto, hace unos minutos, desfilar a un grupo de representantes de las diferentes promociones del Miguel Cortés del Castillo. Han sido distinguidos y declarados por el director, magíster Mario Briones Mendoza, como benefactores. Como ellos, han muchos más, que en los años venideros pasaran a engrosar el grupo de esta noche.
Bien por ellos y por los que vendrán… Palmas sonoras para todos…
Y también, esta noche, es necesario recordar a aquellos que partieron dejando trunco, sueños y aspiraciones por un mañana mejor, como a José Eugenio Aguilar Santisteban o simplemente Pepe Aguilar, excortesino y exalcalde de la ciudad capital, que nos dejó cuando Piura esperaba mucho de él.
La muerte la arrancó la vida y Piura lo acompañó en multitudinario gesto de dolor. El gentío que lo llevo en hombres, el 4 de agosto, en la hora crepuscular -cuando todos los muertos son buenos- no se cansó de vitorear su nombre…
Para él y para todos aquellos que nos dejaron, sin darnos el último adiós, un aplauso que despierte su sueño y los haga sonreír de emoción, al “ver” que desde la tierra, seguimos recordando a nuestros hermanos de la eternidad…
La historia jamás contada, decía Pepito Estrada, que en paz descanse, más que el título de un libro, más parecía el un título de película; es en realidad la narración de entrañables recuerdos del Colegio Miguel Cortés del Castillo, desde que el dentista Jorge Gallo Silva tomó la iniciativa de crear un colegio para albergar a la población escolar de Castilla.
Por aquel entonces, ni la Gran Unidad Escolar San Miguel, ni el Agropecuario No. 7 de Castilla, menos el Colegio Nacional de Mujeres Nuestra Señora de Fátima, contaban con la debida infraestructura para dar cabida a los cientos de alumnos de primaria que dejaban las escuelas del distrito. San Ignacio, Salesiano y Nuestra Señora de Lourdes eran para los hijos de los más pudientes.
El doctor Jorge Gallo Silva, fue el verdadero gestor de la creación del Alma Máter de Castilla. Quiso crear un colegio municipal, pero el estado le ganó la partida y creo el Colegio Nacional Mixto Miguel Cortés del Castilla. Él acaba de fallecer y en su memoria y por el bien que hizo a la juventud estudiosa del distrito, por favor pongamos de pie para rendirle homenaje, con un minuto de silencio.
Señores, señoras, profesores, alumnos, ex alumnos: parte de la vida de Castilla, como lo ha escrito Javier Silva, está en La historia jamás contada, historia que todos los días es enriquecida para aquellos que visten el clásico uniforme verde y que enrumba a paso firme y seguro, a los 50 años de vida institucional el 2011.
Gracias por asistir, muchas gracias por escucharme, mil gracias por adquirir un ejemplar de La historia Jamás contada y un millón de gracias por leerlo y difundirlo.